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De Monroe a Trump, la nueva doctrina

El flamante presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, ha comenzado su mandato predicando la nueva doctrina del proteccionismo, una “nueva visión” para su nación y el resto del mundo, afincada en el paradigma “Estados Unidos primero”.

Una paráfrasis casi perfecta, con otras palabras, de la emblemática consigna “América para los americanos”, que consagró la “Doctrina Monroe”, del presidente James Monroe en 1823, al amparo de la cual Estados Unidos se abrogó derechos para imponer su supremacía en los territorios que constituían la esfera de su seguridad nacional.

Sigue así, también, una política semejante asumida hace pocos años por Gran Bretaña para defender, antes que nada, sus propios intereses nacionales y estratégicos, privilegiando a sus ciudadanos y sus empresas frente a los demás y abriendo un abanico de penalidades contra los inmigrantes ilegales y a quienes les den empleos.

Trump ha trazado con mucha firmeza la raya del cambio al proclamar que a partir de este momento “cada decisión sobre comercio, impuestos, inmigración, asuntos exteriores, se hará para beneficiar a los trabajadores estadounidenses y a las familias estadounidenses”.

Dicho de ese modo, el mensaje queda claro para el resto del mundo: desde ahora los Estados Unidos se reconstruirá “con manos estadounidenses y trabajadores estadounidenses”, siguiendo dos reglas que llamó sencillas: “Comprar productos estadounidenses y contratar trabajadores estadounidenses”.

Siendo una nación de inmigrantes, esta nueva doctrina repercutirá sensiblemente en el esquema productivo de Estados Unidos, que en gran medida se apoya en el trabajo de quienes han llegado desde otras latitudes de la tierra buscando un mejor porvenir, asentándose allí de forma legal o ilegal.

Trump ha dicho que es legítimo el derecho de su país anteponer sus propios intereses a la hora de convocar a este cambio de rumbo, con lo cual justifica de antemano lo que se propone hacer en la convicción de que “una nación existe para servir a sus ciudadanos”.

Con este borrón y cuenta nueva, Estados Unidos inicia con Trump una nueva era preñada de inminentes y profundos cambios que obligarán al resto de las naciones a prepararse, amoldarse o repudiar los modos y tratos que habrán de imponerse bajo esta doctrina del proteccionismo y del nacionalismo, con todas sus consecuencias.

¡A amarrarse los cinturones!

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