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Respeto para Agripino

Acostumbrado a lidiar con las intransigencias y desacuerdos de los intereses encontrados en muchos confl ictos sociales y políticos, monseñor Agripino Núñez Collado se ha acreditado en nuestra sociedad como un paradigma de la mediación y de la conciliación, con lo cual se ha ganado el respeto general.

Gracias a esta capacidad para llevar a la mesa del diálogo a sectores enfrentados, a su comprensivo y cordial trato con todos aquellos que procuran su atención para desatar nudos que impedían buscar salidas armoniosas o satisfactorias a crisis coyunturales, sus mediaciones le economizaron muchos sinsabores y tormentos a la sociedad.

Más de cuatro décadas inmerso en el más difícil de los ofi cios en nuestro país, como es el de mediar o intervenir para corregir entuertos, para desactivar los campos minados por la intransigencia, para bajar las temperaturas de mentalidades calientes o disolver las brumas de las conspiraciones, otorgan a monseñor Agripino Núñez un lugar preponderante en la historia de nuestras grandes desavenencias.

Desde su posición de rector magnífi co, que lo fue durante 44 años, de la Pontifi cia Universidad Católica Madre y Maestra, timbre de orgullo en la educación superior dominicana, monseñor Núñez Collado no solo fue propulsor de importantes iniciativas en favor del desarrollo humano, sino una especie de eje catalizador en la búsqueda de consensos en el sector laboral, en el político, y en cualquier otro ámbito de la sociedad que necesitara de sus servicios.

Todo este legado no es casual. Es el resultado de un compromiso que, como religioso, eligió asumir a la hora de formar parte de la Iglesia Católica, es decir, el compromiso social que nace del Evangelio, concretamente destinado a servir a los demás, a propiciar uniones y conciliaciones, no a dividir ni a enemistar a los hombres entre sí.

Por eso se ha ganado la admiración y el respeto de la sociedad y, en particular, del LISTÍN DIARIO, que siempre ha reconocido su vocación y entusiasmo para servir de puente a sectores distanciados por las contradicciones, sin importarle las dudas, aprehensiones o vituperios de aquellos que siempre viven reluctantes al diálogo o el entendimiento.

Démosle siempre, cual que sea la coyuntura al que su deber lo llame, un voto de confi anza a su capacidad de servicio a la sociedad, seguros de que siempre actuará en pro del interés nacional no importa lo escabroso que sea el camino para alcanzarlo ni los desánimos y desesperanzas de los dudosos o timoratos que se colocan a la vera, como el perro del hortelano en la comedia de Lope de Vega.

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