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Salvándolos de la muerte

Los ríos Ozama e Isabela, que circundan la capital, han estado en curso de muerte desde hace varios años, a consecuencia de los desperdicios de todo tipo, incluyendo sustancias químicas y aguas residuales, que se lanzaban impunemente en ellos.

Al final, han convertido a estas dos vías acuáticas en verdaderas cloacas donde difícilmente las especies de peces pueden vivir y reproducirse.

De ahí que constituya una política de crucial importancia ecológica la salvación de estos ríos, tal como lo ha dispuesto el Ministerio de Medio Ambiente, que ha ido tomando medidas para frenar su progresiva muerte.

Una ha sido la prohibición del desguace de embarcaciones inservibles, el mantenimiento de ese chatarraje en sus orillas, el cierre de mataderos de ganado y las advertencias que está cursando a aproximadamente 240 empresas, de todo género, que descargan en el Ozama y el Isabela todos sus desechos.

Solo una acción sistemática y seria, fuerte si se quiere, es lo que puede evitar que ambos ríos se conviertan en lo que fue el famoso Támesis, de Londres, en la década de los 50 del siglo pasado, una vía de agua en la que ninguna especie podía sobrevivir, un puro basurero.

Después de un proceso de varios años, hoy en el Támesis se reproducen más de 125 especies de peces, y las focas, marsopas y delfines son visibles y hasta atractivas para el público, y en estos momentos las autoridades que lo cuidan libran una lucha para reducir las descargas de desperdicios plásticos.

Respaldamos las medidas de Medio Ambiente en favor de la protección del Ozama y La Isabela, que debe extenderse a los demás ríos importantes del país, especialmente a aquellos que circundan ciudades, como Santiago y San Pedro de Macorís, que corren igual triste suerte.

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