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Reflujo trujillista

El gran pecado de todas las dictaduras, y de los energúmenos que las defienden y las sostienen, es que pretenden maximizar todo el poder que ejercen en el control de una sociedad suprimiendo la libertad de prensa, y así de un solo tajo se llevan de encuentro el derecho de todos los ciudadanos a pensar y manifestar sus ideas.

No hay que llegar a la dictadura plena para que estas ominosas realidades se hagan presentes. En el camino hacia ellas, algunos gobiernos a los que se les salen estos pujos apresuran el paso imponiendo límites a la prensa libre y anulando todos sus vasos comunicantes, tanto por métodos brutales como por medio de leyes y regulaciones, buscándole cierta legitimidad a sus absurdos.

Aun en regímenes democráticos que parecen inmunes al contagio de toda forma arbitraria o dictatorial, surgen de cuando en cuando voces o instituciones que endosan políticas o líneas de acción restrictivas contra la prensa, simple y llanamente porque no son capaces de aceptar las disidencias, las críticas, ni el debate democrático de las ideas.

A pesar de que el país ha vivido estas experiencias y las ha superado, el instinto de control absoluto se manifiesta de tiempo en tiempo, como acaba de ocurrir ahora con la insólita solicitud que hiciera al Tribunal Superior Electoral el abogado de la Federación Nacional del Transporte La Nueva Opción, en medio de un litigio que mantiene con el Consejo Nacional de la Empresa Privada, para que prohíba a los medios de comunicación que informen o se refieran públicamente a este caso.

Regurgitó trujillismo puro.

Sin empacho y sin sonrojo, este abogado ha dicho que las informaciones que publican los medios de comunicación sobre este conflicto “dirigen la ciudadanía hacia una causa que no es justa” y que por eso hay que prohibir, como “medida precautoria”, tanto a la prensa como al CONEP “referirse públicamente” al caso.

No podía esperarse menos que un absurdo de este tamaño del abogado defensor de una federación que ha dado clases magistrales de prepotencia, atropello a las normas del tránsito y a la dignidad de los pasajeros, control casi monopólico en el sector transporte y medios de chantaje al Estado, porque su pensamiento y su acción (hasta el tuétano del inconsciente) parecen modelados por esa conducta coercitiva hacia los demás.

Así era que actuaban, sentían y se refocilaban los típicos energúmenos de las dictaduras, para los que el control y el dominio de los demás, tanto de sus vidas, de sus propiedades y hasta de sus naturales libertades humanas, constituía la mayor obsesión y satisfacción.

Aquí tenemos una prueba a la vista.

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