¡Guerra a la basura!
Así como las violaciones a las leyes del tránsito implican multas, asimismo debe procederse con los que tiran basuras a las calles agrediendo todas las normas del aseo público.
La práctica de lanzar desperdicios de todo tipo en aceras, calles y otros espacios públicos, obra de mal educados y de gente que no tiene un mínimo de conciencia sobre los daños que las basuras al aire libre causan a la salud humana, debe ser penalizada.
En esta tesitura, tiene toda la razón y todo nuestro apoyo el alcalde del Distrito Nacional, David Collado, de proceder junto a la Policía Nacional a someter a la justicia a los ciudadanos que sean sorprendidos botando basuras en las vías públicas, porque esto causa perjuicios enormes a la misma ciudad.
Por culpa de esa práctica se llenan los imbornales y cuando cae un aguacerito se inundan las calles. Entonces, hay que emplear equipos y personal humano, todo lo cual implica costos, para limpiar los filtrantes y restablecer la normalidad en muchas vías y vecindarios que resultan anegados.
El ayuntamiento se propone ampliar la distribución de zafacones públicos para que la gente se tome el mínimo deber de echar desperdicios dentro de ellos, no en las calles, de forma que comencemos a educarnos sobre este elemental comportamiento ciudadano.
Las campañas de persuasión pueden ser efectivas en la medida en que son sistemáticas y de amplio impacto mediático. En Lima, Perú, por ejemplo, la alcaldía desarrolló una campaña publicitaria por radio y televisión en la que aparecían niños llamando la atención de sus padres cuando estos echaban basuras a las calles, tanto desde vehículos en marcha como desde las puertas de sus hogares.
Tanto éxito tuvo la campaña que Lima es hoy una de las ciudades más limpias, y cuidado, de toda la América Latina.
¿Qué debemos hacer nosotros para alcanzar un mérito igual? Pues, sencillamente, declarar una guerra a la basura, apretando las tuercas de la ley a todo aquel que se dedique a ensuciar los espacios públicos, llevándolos a la justicia y evidenciándolos, ante la sociedad, como lo que verdaderamente son.