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Ni una cosa ni la otra

Las últimas estadísticas revelan que unos 600,000 jóvenes dominicanos están matriculados en las universidades, pero resulta que una cifra igual ni estudia ni trabaja, lo cual plantea a esta sociedad uno de sus más serios desafíos en el corto plazo.

Esta matrícula nos indica que un buen porcentaje de la población joven (de 15 a 24 años) abriga la esperanza de labrar un mejor futuro mediante la educación, pero lamentablemente la mitad abandona el esfuerzo para lanzarse a la búsqueda de empleos e ingresos, por lo general con mala suerte.

Veinte de cada 100 jóvenes están sin empleos. La mayoría tampoco estudia.

El Banco Mundial estima que el 21 por ciento de la población juvenil dominicana cae en la categoría de “Ni, Ni”, ni estudia ni trabaja. La mayoría (387,840) es de las zonas urbanas y el resto (236,764) de la rural.

De ese universo de “Ni, Ni”, el 72 por ciento son mujeres, justamente las que más concurren a las escuelas y universidades a capacitarse.

En estos días, y a propósito de este horizonte tan peocupante para la juventud dominicana, el empresario José Luis Corripio reconoció que el sector privado no está creando los empleos suficientes al ritmo que debe, mientras que el Estado se está convirtiendo en un “asignador de sueldos por trabajos no realizados”.

“Botellas” parasitarias e improductivas hay, que solo saben sangrar el erario; mientras jóvenes con energías, sueños y entusiasmo, pululan sin destinos ciertos.

En esta falta de respuestas se incuba, sin dudas, un conflicto social de altas magnitudes, y esta realidad debería preocupar a todos los sectores comprometidos con la estabilidad y la sostenibilidad de un modelo que supere las desigualdades económicas y sociales, si es que queremos vivir en paz y en desarrollo en los años por venir.

Dos tareas urgentes se imponen: el mejoramiento de la calidad de la educación, a todos los niveles, para evitar la creciente deserción, que a su vez es un reflejo de la frustración y muerte de las esperanzas de nuestros jóvenes, así como la apertura de fuentes de empleos, en base a un esquema de necesidades del aparato productivo, lo que no parece existir en estos momentos.

Con tantos jóvenes que ni estudian ni trabajan, el país podría abocarse a convertirse también en un “Ni-Ni”, ni puede avanzar, ni puede garantizar bienestar a sus ciudadanos.

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