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Dawin se destapa

El principal sospechoso de la desaparición de la niña Carla Massiel Cabrera ha hecho pública, con algunas reservas, su versión sobre el hecho, admitiendo que el cadáver, que él mismo enterró, presentaba señales de haber sido sometido a una extracción de sus órganos.

Según lo que dice Dawin Trinidad Infante, la niña fue secuestrada y sometida a “un experimento rarísimo”, ya que su tórax estaba abierto en forma de “J”, y que a él le pagaron en dólares para que se ocupara de esconder los restos.

Ese mismo testimonio dio a los investigadores del ministerio público, a quienes acompañó a mediados de agosto para indicarles el sitio de la sepultura. Otras pistas sobre la desaparición fueron confirmadas por la fiscalía durante el proceso, faltando apenas una para completar el cuadro de la investigación.

¿Cuál es la pieza que falta? Pues nada más y nada menos que la que puede llegar a establecer quiénes fueron los responsables de ejecutar ese “experimento rarísimo” , vale suponer, el de la extracción de sus órganos, y si se trató de un caso de necesidad para salvar la vida de un paciente, o de un eslabón en una cadena de tráfico ilegal.

LISTÍN DIARIO se ha enterado, en buenas fuentes, que hasta a los investigadores ha llegado la información de que se organizó en una clínica privada una extracción de órganos del cuerpo de Carla Massiel. Y se culpa a dos médicos de haberla llevado a cabo y de devolver el cadáver de la menor “ligera de peso” al imputado Trinidad para que lo sepultara.

El imputado dice que hay tres personas que “andan sueltas”, sin haber sido tocadas por la justicia para que respondan por su presunta responsabilidad en este macabro caso. No da más señales que ayuden a identificarlas.

Lo cierto es que al destaparse ahora, de forma pública, la versión del imputado, las autoridades del ministerio público están compelidas a ofrecer al país una explicación sobre la verdad o falsedad de la misma.

Si aborrecible es el secuestro y asesinato de una niña inocente, más lo es que la razón para eliminarla fuera la de extraerle sus órganos. Y aun cuando los científicos del Instituto Nacional de Ciencias Forenses establecieron que las osamentas halladas en el mismo lugar que Dawin Trinidad mostró a los fiscales pertenecen a Carla Massiel, queda un velo de silencio sobre el otro aspecto ominoso, el de los órganos.

La sociedad tiene el derecho a que se le diga toda la verdad, sin ocultamientos, sin apañamientos y sin temores.

El ministerio público tiene ante sí el reto de llegar hasta las últimas consecuencias, profundizando sus investigaciones, pero no demorándolas demasiado al extremo de abrir salidas de escape a los que pudieran haber tenido culpabilidad en el crimen, ni soslayando ni dejando en brumas el aspecto de la extracción y/o tráfico de órganos humanos.

Ese es el epílogo que falta por escribir, y el LISTÍN permanece en vigilia, esperándolo.

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