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La agonía de la lógica

Sucesos tan inesperados e inexplicables parecen estar desafiando en estos tiempos las lógicas de la razón o de los métodos deductivos con los que los seres humanos intentan llegar a predicciones o conclusiones sobre hechos determinados.

¿Está la lógica, como instrumental para el razonamiento, agonizando?

Vale la pena preguntárselo ante el fiasco de los análisis y pronósticos que se han formulado en muchos campos del saber y el quehacer humano, pretendiendo definir la vía más segura y expedita de llegar a una verdad.

Cómo se explica, por ejemplo, que los terroristas yihadistas islámicos, actuando como lobos solitarios, puedan poner en jaque la tranquilidad y el sosiego de las sociedades y la capacidad de respuesta de las grandes potencias militares, infligiendo daños a la vida y las propiedades con formas de ataques que no aparecen en los manuales clásicos de la guerra.

Un camión a alta velocidad mata más de 80 personas de una muchedumbre en Niza en solo cuatro minutos de marcha diabólica, casi tantos los que puede matar una enorme carga de dinamita en un mercado iraquí. Pero un civil, armado de un fusil con muchas municiones, logra matar casi 50 parroquianos en una discoteca de Orlando, Florida, tantos como los que caen abatidos en el fragor de un combate feroz entre ejércitos.

En el plano político, las lógicas que se han usado para examinar a fondo el proceso electoral en los Estados Unidos no terminan de explicar cómo y por qué un candidato proclive a las propuestas anti-sistema ha alcanzado tal éxito y apoyo en sus aspiraciones por llegar a la Casa Blanca. Ni siquiera la lógica matemática ayuda a desentrañar este misterio.

La humanidad, toda, se enfrenta al dilema de descubrir cuál plataforma sociológica o antropológica, es la que resulta más apropiada para explicar la razón de tantos fenómenos que cambian de perfil de la noche a la mañana, rompiendo los esquemas existentes, comenzando por el del mismo clima planetario.

Las veces en que se caen los pronósticos o los razonamientos presuntamente más coherentes y de sólido fundamento comienzan a darnos una idea de hasta donde la lógica, en verdad, parece entrar en una grave y definitiva disolvencia.

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