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Los criminales “passeurs” de la frontera

Todos lo saben, pero lo callan, lo toleran y nada significativo ni definitivo hacen para poner fin a este crimen de lesa humanidad: el tráfico de niños y adolescentes haitianos por nuestra frontera.

Es el gran negocio de los llamados “passeurs” o “coyotes”, que se encargan de reclutar a los menores preferiblemente en las provincias haitianas más cercanas a la línea fronteriza y los introducen al país, de manera ilegal, contando con el contubernio pagado de militares y otros cómplices civiles aquí.

Nadie puede ignorar que este crimen se perpetra desde hace tiempo, ya que las estadísticas más conservadoras indican que año tras año entran más de dos mil niños haitianos ilegalmente para múltiples propósitos.

Uno puede ser el de la prostitución, usando niñas y niños en centros turísticos; otro, ponerlos a trabajar en fincas y otros lugares o en negocios callejeros.

Ese tráfico mueve mucho dinero, pero es al fin dinero sucio que se gana sobre la base de una manipulación engañosa y perversa que termina dañando el porvenir de niños y adolescentes al someterlos desde temprano a prácticas insanas, promiscuas, tormentosas y esclavizantes.

El país ha suscrito las convenciones internacionales que penalizan este tráfico, así como las que delinean y proclaman los derechos de los niños y adolescentes. Por tanto, resulta un contrasentido que las autoridades permitan este tráfico creciente por la frontera, haciéndose cómplices, por acción y omisión, de este delito de lesa humanidad.

La trata de blancas o de personas parece ser un mal al que estamos condenados, ya que la República Dominicana luce el desdoroso mérito de ser el tercer país del mundo con mayor auge de este tráfico, especialmente de mujeres que son llevadas a distintas países a ejercer la prostitución o trabajos mal remunerados, sometidas al abuso y al escarnio de su dignidad.

Reclamamos que las autoridades ejerzan una acción mayor para impedir este descarnado atropello a los derechos del niño, no importa su nacionalidad, perpetrado a la vista y el conocimiento de muchos a los que les conviene y les renta cruzarse de brazos y prestarse al contubernio.

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