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EDITORIAL

Barbas en remojo

Este país no puede darse el lujo, en un mundo en el que el terrorismo se globaliza, de dejar que miles de delincuentes condenados o juzgados por graves fechorías anden libres en las calles.

A los más de 6 mil que han sido declarados en rebeldía por la justicia porque no cumplen las medidas de coerción que se les han impuesto al permitirles gozar de libertad condicionada, se añaden centenares que evadieron las cárceles, estando en calidad de condenados o de prevenidos.

El terrorismo internacional, o en su defecto, el crimen organizado, se nutren de individuos peligrosos, hombres y mujeres que han desafi ado a la ley --y tozudamente reinciden-- capaces de maquinar contra el sistema de justicia y la autoridad de un país para lograr sus siniestros fi nes.

Ahora mismo, por ejemplo, las autoridades norteamericanas tienen la mira puesta en Puerto Rico, ante la presunción de que los terroristas yihadistas podrían atacar objetivos sensibles en esa isla.

Haití, por igual, es tierra de nadie, únicamente fértil para anidar a trafi - cantes de armas, de drogas y de personas, potenciales reclutables para tareas mayores y arriesgadas como las que el terrorismo ejecuta en cualquier parte del mundo para destruir el sistema occidental.

¿Debemos, como país, ser indiferentes y pasivos frente a estas amenazas y más que nada frente a la realidad del peligro que hoy encierran nuestros vecinos más cercanos? Teniendo entonces fuera de control a una masa enorme de prófugos y rebeldes ante la justicia, que se convierte en fuente nutricia para el terrorismo, el sicariato y toda forma de criminalidad, es deber irrenunciable del Estado prepararse mejor para defendernos.

Cuando las barbas del vecino arden, a las nuestras hay que ponerlas en remojo, dice un consejo de sabios.

Eso hace ahora Europa (y grandes naciones de otros continentes) al revisar sus políticas de cuotas de inmigrantes ilegales bajo cuyas oleadas se han colado los terroristas; al endurecer sus medidas migratorias en sus fronteras abiertas; al rediseñar sus estrategias de lucha antiterrorista frente a novedosas e impensables formas de ataques mortales masivos y al poner a sus sociedades bajo máxima alerta frente a este fenómeno global.

Y aquí nosotros... deshojando margaritas.

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