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Nos están matando la paz

La criminalidad ha impuesto el monopolio de su fuerza sobre esta sociedad, dejándonos en un estado de famélica paz ciudadana.

Su aparato de terror se ha ocupado no sólo de mandar a la tumba a más de 20 mil personas en quince años, sino de causar ofensa y humillación a centenares de miles que han sido víctimas de atracos o tentativas de atraco y de haber sumido en la paranoia del miedo latente a los millones de dominicanos que aspiramos a vivir en paz.

La delincuencia, o la propensión delictiva, no es aquella que sólo se expresa en estos hechos de violencia y coerción. También se manifiesta de otras formas cuando abre vías a indistintas ilicitudes en el manejo del erario o en la afectación de los bienes del ciudadano, sumiéndolo en desasosiego e incertidumbre.

Los delincuentes han llegado lejos en sus desmesuras, enfrentando directamente a las autoridades que están llamadas a impedir sus felonías y logrando poco a poco, a papeletazos o bajo amenazas a jueces y fiscales, que el aparato punitivo de la justicia ni siquiera los alcance.

Es hora ya de que la sociedad ataque frontalmente a su peor enemigo: al que le ha quitado la paz y la seguridad, al que cada día acecha para dar sus zarpazos, al que lesiona todos los derechos, comenzando por el de la vida, sin importarles cuánto duelan o cuánto cuesten, emocional y materialmente, sus malévolos actos.

Todo cuanto pueda hacer el Gobierno para desplegar sus mecanismos de patrullaje y control de las calles en aras de reducirle los espacios a la delincuencia, todo cuanto pueda hacerse para un mayor control de armas de fuego en manos inadecuadas, constituye una apuesta por la paz que hemos ido perdiendo, arrebatada por los malhechores.

De estas y otras acciones puntuales depende que la paz pueda sobrevivir a todos los intentos que, día a día, hacen los criminales para también matarla.

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