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Un contrasentido

Con la grave situación alimenticia que prevalece en Haití, tan alarmante que las Naciones Unidas la vislumbran en la dimensión de una crisis humanitaria, luce un contrasentido endurecer las restricciones al paso de los productos dominicanos hacia ese país por vía terrestre.

El reclamo que ha hecho el Foro Económico del Sector Privado haitiano para que se añadan 22 productos a la lista de 23 que están sometidos al bloqueo fronterizo parece obedecer más a una razón lucrativa que a una socialmente humana.

Si el gobierno haitiano no ha tenido la capacidad de cumplir con un deber elemental e intransferible de dotar a sus ciudadanos de carnés de identificación o de organizar, mínimamente, todo el aparato estatal para que responda a los requerimientos de una nación, talvez sea mucho pedirle que sea eficiente en la instalación de un sistema de recaudación de impuestos por concepto de importaciones en la frontera o en sus puertos y aeropuertos.

Si la realidad, cruda y dolorosa, es la de que un alto porcentaje de su población vive en la miseria y con serias limitaciones para alcanzar grados óptimos de nutrición, no parece atendible agudizar ese estado de cosas bloqueando el paso de los alimentos que pueden adquirir en la República Dominicana, más fácil y directo para los ciudadanos que el hacerlo con importaciones en dólares de otros mercados.

Esto último sólo lo pueden hacer los comerciantes importadores haitianos, los mismos que hoy se quejan de que ni siquiera el bloqueo existente para 23 productos provenientes de nuestro país, desde el año pasado, ha ayudado a elevar las recaudaciones por encima de los ingresos fiscales que se obtienen cuando las mercancías llegan por aire o por mar.

Los comerciantes haitianos se quejan de que hay mucho contrabando en la frontera, pero resulta que al caerse la dinámica de las importaciones terrestres formales, las aduanas haitianas situadas en la línea divisoria casi han estado inoperantes.

Y esa situación la han comprobado algunos sectores oficiales del vecino país que abogan por anular la medida restrictiva. Lo que se duda es que, frente a las presiones de los poderosos empresarios, el endeble gobierno provisional pueda levantar la veda y se vea obligado a ampliar su espectro, como sería sensato para ayudar a aliviar el desabastecimiento y la hambruna que existe en Haití.

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