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Zafra de terror

El terrorismo está en zafra en estos momentos, dejando una larga estela de sangre y destrucción que ha dejado al mundo perplejo, presa de una una psicosis de miedo, y que radicalmente provoca inesperados cambios en los estilos de vida de millones de personas.

Por todos lados se cuelan los vientos del horror, en las formas de ataques arteros que cobran muchas vidas inocentes, secuestros, audaces inmolaciones de suicidas forrados de bombas, amenazas, falsas alarmas y tretas mediáticas que han desconcertado a toda la humanidad.

El terrorismo ha desbordado sus límites y se ha convertido, ahora, en el factor más desestabilizador del orden mundial, lo que ha dado lugar a ingentes esfuerzos de las fuerzas de seguridad de los países, no sólo de los más vulnerables o posibles objetivos de los terroristas, para reforzar los sistemas de vigilancia y control.

Entramos en una era de pánico, de sustos, de sospechas, que puede ser duradera, porque el terrorista no tiene rostro, es sigiloso y alevoso, sorprende a sus víctimas y es cruel con ellas, maneja magistralmente las escaramuzas y luego se ufana de saber que, con sus montañas de muertos y heridos, puede meter miedo al resto de los ciudadanos que sólo se consagran al trabajo y desean vivir en paz.

Es ominoso el terrorismo cuando se perpetra en nombre de un fanatismo religioso irracional, pero siempre es grave, en cualquiera de sus motivaciones, tanto si proviene de un discrimen por xenofobia como si obedece a una retaliación por causas políticas o por los ajustes de cuenta del crimen organizado.

Es el peor ingrediente con el que se matizan las guerras del presente, porque el escenario de la lucha ya no se focaliza en un territorio, sino en cualquier parte, en una avenida concurrida, en un salón de fiestas, en un teatro, en un estadio deportivo, en una universidad, en cualquier restaurante o parque, en un hotel, en un avión, barco o autobús, donde quiera que duela.

Lo que estamos presenciando ahora es suficiente para comprobar que el peligro ya está generalizado y que millones de vidas penden de un hilo: del detonante de una bomba, de los proyectiles de un rifle o los gases letales que forman parte del andamiaje de terror que se ha instalado en esta tierra, sumiéndonos en una profunda paranoia.

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