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Barbarie en Francia, otra vez

El mundo ha vuelto a estremecerse de estupor ante los horripilantes ataques terroristas que, en lugares distintos de París, han causado decenas de muertes y heridos y un estado general de miedo y repulsa en toda Francia, herida ya este mismo año por otros ataques de semejante envergadura.

El mundo deplora la matanza y rechaza enérgicamente la saña criminal con que los autores de los atentados han atacado a personas inocentes que se encontraban en un estadio deportivo, en un restaurante y en una sala de conciertos, totalmente ajenos a esas amenazas.

Por el lenguaje captado a varios de los terroristas que se apoderaron del teatro Bataclán, donde mantuvieron más de un centenar de rehenes, es fácil identificar la nacionalidad de los integrantes del comando y conectar la conspiración con las repetidas amenazas que ha venido haciendo el grupo Estado Islámico contra Francia, Estados Unidos, Rusia y otros países que combaten a sus milicianos en Siria y otras partes del Medio Oriente.

Nadie puede descartar que los episodios de París, anoche, constituyan el preludio de otras aventuras terroristas marcadas por el signo de la intransigencia y el fanatismo, los mismos elementos que inspiraron a los comandos que en enero de este mismo año perpetraron la masacre del semanario satírico Charlie Hebdo, matando a 12 periodistas, por el hecho de haber publicado una caricatura de Mahoma en el 2006, y el asalto sangriento a una panadería.

Que estos acontecimientos ocurran en vísperas de celebrarse la magna reunión de la COP 21 (Conferencia de las Partes), de las Naciones Unidas, añaden un justificado factor de preocupación por los niveles de seguridad que deben imponerse para proteger las vidas de mandatarios y personalidades que irán a discutir en París nuevas medidas para proteger la tierra del cambio climático.

Mientras buena parte del liderazgo internacional busca unirse en este esfuerzo supremo por salvar la vida en el planeta, aquellos obsecados terroristas yihadistas marcan el contraste, atizando una guerra entre fieles e infieles, al margen de toda la razón humana y de las dinámicas de la civilización moderna, pretendiendo imponer la barbarie y la deshumanización como arietes de una causa en la que solo parece predominar el desprecio por la vida y por los valores que guían a la mayor parte de los seres del planeta.

¡Que Dios nos proteja frente a tan ominosos designios!

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