Los haitianos vuelven a la carga

La carga violenta, a menudo desatada por turbas armadas, ha estado presente en varios escenarios usados por los haitianos para desfogar sus resentimientos o sus resistencias frente a medidas que toman las autoridades dominicanas en el campo migratorio o en la custodia fronteriza.

Varias veces se produjeron acciones de turbas contra sedes de consulados dominicanos en ciudades haitianas fronterizas, y una de las más dramáticas fue el cerco e invasión a la sede de nuestro consulado en Puerto Príncipe, la capital, donde la multitud furibunda bajó la bandera nacional para instalar la haitiana, en una afrenta grosera que merecía una fi rme condena de nuestra parte.

Hubo, también, un virtual secuestro de funcionarios consulares dominicanos en Anse-à-Pitres, para doblegar a las autoridades dominicanas a poner en libertad a varios pescadores haitianos que incursionaron en aguas territoriales, además de los frecuentes casos de ataques de bandas contra los transportistas que trasladan mercancías a Haití que motivaron, hace dos meses, la suspensión de los despachos, hasta que existieran garantías reales.

Hace un año, haitianos que residen en el barrio 27 de Febrero atacaron a tiros y pedradas a patrullas de la Policía que custodiaban una ambulancia enviada al sitio para trasladar el cadáver de un compatriota que había sido mortalmente herido por un sargento policial.

Ese episodio le dio a la sociedad dominicana una idea de la agrevisidad y del instinto violento que prende en los haitianos, cuando se apandillan y se rebelan contra la autoridad. Les brota un valor que atemoriza a cualquiera.

Ayer se ha repetido la historia: una turba integrada por más de un centenar de haitianos atacó a una unidad de la Dirección General de Migración que cumplía una misión de verifi cación de documentos para detectar a inmigrantes haitianos ilegales, acatando lo que dispone la ley dominicana.

Causaron heridas a dos miembros de Migración y daños al vehículo en que realizaban su trabajo, y la tragedia no fue mayor porque la Policía llegó a tiempo para dispersarlos.

Por lo visto, estos inmigrantes se sienten con demasiados derechos aquí. No solo para vivir ilegalmente, sin que nadie pueda molestarlos, sino también -y esto es ominosopara resistir a la autoridad y enfrentarla, pase lo que pase, como suelen hacerlo en su propio país, al punto de llegar al paroxismo del odio disparando balas contra la comitiva de un Presidente dominicano en la propia capital haitiana, Puerto Príncipe, salvando su vida de milagro.

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