Erika, más remedio que tragedia

La tormenta tropical Erika ha venido a aliviar, con sus copiosas lluvias, la situación de sequía que ha padecido el país en los últimos meses, sin que ni sus vientos ni los fuertes oleajes que la acompañaron causaran saldos dañinos de alta magnitud.

Con este cúmulo de aguas, que las autoridades metereológicas equiparan al de seis meses de lluvias, los ríos y lagunas pasan la página del crítico estiaje y los campos quedan fuertemente empapados para volver a producir.

Pese al drástico cambio de dirección que experimentó antes de impactar territorio dominicano, pues se esperaba que rozaría la costa Noreste, su curso fue básicamente por el Sur, lo que obligó a las autoridades a reajustar prontamente las logísticas de prevención y apoyo para evitar consecuencias peores para la vida y las propiedades de los ciudadanos.

La población estuvo bien informada de la evolución de este fenómeno y puede decirse que, en sentido general, respetó las recomendaciones.

Los operativos para el desplazamiento de ciudadanos, que en el pasado constituían un verdadero trauma porque nadie quería abandonar lo suyo, contribuyeron a minimizar los riesgos de pérdidas de vidas humanas por deslizamientos de tierra o por inundaciones.

Como en toda circunstancia semejante a ésta, los mayores contratiempos se produjeron en los servicios públicos, con un sistema eléctrico que falló durante demasiadas horas y los entaponamientos de vehículos en calles y vías que, en principio, no estaban consideradas como áreas de impacto directo de Erika.

Que los beneficios sean mayores que los daños asociados al paso de Erika por el país parece ser, por el momento, el balance más realista que pudiéramos esperar de una tormenta que, pese a la agrevisividad de sus ráfagas y el lento desarrollo de su masa de lluvias, entró y se marcha de nuestra geografía más como remedio que como tragedia.