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Que les caiga todo el peso de la justicia

La última esperanza que tiene la sociedad dominicana, ante la desembozada escalada de la delincuencia y el pavoneo triunfal del crimen organizado, es la justicia.

Solo cuando los tribunales sean severos en sus condenas y algunos jueces dejen de enfriar adrede los expedientes para que los criminales imputados logren salirse con las suyas, abrigados por las increíbles indulgencias que les ofrece el Código Procesal Penal, la sociedad empezará a sentir que la justicia responde a sus expectativas.

Pero aquí no podemos seguir escuchando, día a día, la letanía de las voces que se quejan de que los delincuentes tienen puertas abiertas en los tribunales, producto, obviamente, de la venalidad de los jueces, de los imperfectos expedientes que se someten y de la astucia y sabichosería de abogados que ganan fortunas para que, al fi nal, el resultado sea la impunidad general, sino que es hora de decisiones fi rmes que envíen un mensaje claro e inequívoco a los delincuentes de que su “zafra de sangre y terror” tiene que terminar ya.

Es una verdadera lástima que el Juez de la Ejecución de la Pena del Distrito Nacional haya tenido que quejarse porque más de 100 imputados con penas suspensivas y que se encuentran en libertad condicional, se burlan de la justicia al no acudir puntualmente a las citas obligatorias.

Viendo estos ejemplos y otros más bochornosos, como los que se refi eren a las ligeras medidas de coerción o impedimentos contra hombres potencialmente feminicidas, contra quienes no valen las querellas previas de mujeres asustadas que luego terminan asesinadas, se explica entonces la razón por la que muchos delincuentes operan a sus anchas.

Por eso reinciden tanto en sus fechorías, hasta el punto de que con tantas fi chas en su haber siguen atracando y matando gente en las calles, sea por costumbre o por sicariato, para ganar dinero, lo mismo que hicieron los agentes policiales que mataron a mansalva a la joven comunicadora Franchesca Lugo y a otras tantas jóvenes prometedoras, trabajadoras e inocentes como ella.

La justicia no los atemoriza ni los disuade.

De la cárcel salen a matar o a robar.

Por eso es que tenemos una alta proporción de delincuentes activos que constituyen el mayor desafío para la justicia, para la Policía, para la tranquilidad nacional.

En vista de la magnitud que ha alcanzado este fenómeno, y especialmente la indignación nacional suscitada por el asesinato de Franchesca, rebosando la copa, nos parece muy correcta y oportuna la petición formal del Presidente Danilo Medina a la justicia para que aplique “castigo ejemplar” a estos asesinos, pero lo mismo cabe el mensaje para que la Policía actúe efi cientemente en el arresto, expulsión y sometimiento a los tribunales de todos los malhechores uniformados que deshonran a la patria con sus fechorías,y que todavía siguen haciendo de las suyas.

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