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Abiertas provocaciones

Ya las formas diplomáticas, teñidas por las denuncias falsas y malintencionadas, están dando paso a abiertas provocaciones de Haití para alterar el nivel de prudencia y decencia con que República Dominicana maneja el actual conflicto bilateral por el tema migratorio.

Y, desde luego, para forzar al país a postergar las repatriaciones de todo extranjero en situación ilegal, y a sentar a los dominicanos en una mesa de negociaciones donde ya las cartas han sido marcadas, obviamente, por el contrincante que juega sucio.

Dos episodios dirigidos a afectar, adrede, el intercambio económico entre los dos países ponen al desnudo el espíritu de la marrulla. Uno es la denuncia de que la harina con la que preparamos el pan de los dominicanos contiene un ingrediente cancerígeno, y, otro es la hostilidad y los ataques que han sido dirigidos a los transportistas dominicanos que ingresan a Haití, lo que ha devenido en una suspensión de los viajes de camiones y patanas con mercancías hacia el territorio haitiano.

Con la primera se busca generar dudas en el consumidor dominicano sobre un producto de alto consumo y someter las exportaciones de harina dominicana hacia Haití a engorrosos procesos de control sanitario. Con la segunda, se procura crear a la fuerza (por inexplicable morbo) una situación de desabastecimiento de productos comestibles o de utilidad en la industria y la economía, para exasperar a los haitianos y empujarlos a un desenfreno popular que sea motivo para declarar un estado no propicio a la celebración de las elecciones previstas en ese país.

La otra cara de la provocación, y esta sí que parece que revela la tónica de una estrategia todavía más ominosa, es la de detener a haitianos auténticos que desean volver a su nación a buscar y actualizar sus papeles de identidad para optar por residencia legal o permisos de trabajo en nuestro país. Ya hay casos documentados, denunciados por los propios haitianos afectados.

La intención es descarada y peligrosa: armar un tapón en la frontera para someter a los que regresan voluntariamente o los repatriados que han estado ilegales a una verificación de identidad con el propósito de impedir el retorno de muchos haitianos alegando que son dominicanos.

En la medida en que se provoque este tapón fronterizo con todas sus consecuencias humanas y diplomáticas, Haití podría mover sus fichas internacionales para denunciar la magnitud del desalojo de “dominicanos desnacionalizados” o haitianos que no son tales, sino dominicanos, para atraer la atención del mundo, y en especial de la OEA, sobre esa situación.

El momento aconseja que el gobierno dominicano maneje con mucho tacto todas estas variables del “juego haitiano”, pero sin renunciar jamás a hacer valer sus propias leyes y su soberanía ni echar para atrás en el cumplimiento de su política de repatriaciones, digan lo que digan, duélale a quien le duela y gústele o no a la comunidad internacional.

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