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¡Qué linda en el tope estás!

El orgullo nacional se ha agigantado en estas últimas semanas con las proezas de los excelentes deportistas dominicanos que lograron medallas de oro en los Juegos Panamericanos y con la histórica exaltación del lanzador de Grandes Ligas, Pedro Martínez, al Salón de la Fama del Béisbol de los Estados Unidos.

En todos los casos, el mayor regocijo de los triunfadores ha sido el de envolverse o desplegar la bandera dominicana como el manto simbólico de sus glorias deportivas y como el mejor símbolo de su identidad.

Si no hubiesen sentido un deber con la patria podrían haberse regodeado en sus destrezas y fortalezas atléticas o en sus brillantes averajes de por vida, vale decir en su propio esfuerzo, para recibir la unción de los triunfadores.

Pero no. La joven pesista Cándida Vásquez, la karateca Ana Villanueva, el corredor de metros planos Luguelín Santos y el inmortal Pedro Martínez, unieron su consagración deportiva con la exaltación patriótica, una simbiosis de sentimientos que hace ver a muchos, en el mundo, que el amor a la patria no tiene fronteras.

En el caso de Pedro Martínez, cuya ceremonia fue seguida por 60 millones de televidentes en los Estados Unidos y gran parte de la población dominicana, el vivir patriótico fue más elocuente porque no solo entró a la inmortalidad con el escudo dominicano en su brazo derecho y el de los Estados Unidos, la tierra de sus éxitos, en el lado izquierdo, y una corbata que mostraba el tricolor de nuestra insignia, sino con un emocionante despliegue del glorioso pendón junto a otro inmortal, orgullo nacional, Juan Marichal.

El mensaje fue claro: no solo deben vernos como triunfadores, sino como dominicanos que no ocultan el orgullo de haber nacido en un país territorialmente pequeño, pero grande en talentos humanos, como ellos lo son.

Enhorabuena que la llama nacionalista se haya infl amado, porque la necesitamos de veras frente a aquellos que pretenden ignorar que esta bandera es nuestro signo de bautismo patriótico, única y peculiar, hermosa e irrepetible, marcada por muchos lauros, sea en el terreno del combate militar o en la prueba deportiva, como acaba de ocurrir en los ultimos días.

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