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La cuenta regresiva

Las fuentes que dan el agua a la capital se agotan rápidamente y sólo disponemos de 35 días de abastecimiento, una crisis jamás vista en décadas.

En otras provincias muy pobladas, la situación es menos ominosa, pero grave por demás.

Solo nos salva que, de aquí en adelante, haya lluvias en cantidades óptimas para minimizar la dureza de la crisis.

Pero nadie puede adivinar cuándo lloverá.

Una falta tan severa de agua no solo representa un trastorno de grandes dimensiones para las necesidades humanas, sino una tragedia para la agricultura, que ya muestra señales de descalabro.

El presidente Danilo Medina tiene en sus manos un plan de contingencia para enfrentar esta crisis cuya base fundamental es el racionamiento estricto en la distribución del agua para consumo humano y agropecuario, lo que no deja de ser una circunstancia difícil de manejar y sobre todo de esquivar.

Porque si no hay agua, ni caen las lluvias, ¿de dónde vamos a sacar agua para satisfacer las necesidades elementales de la población?

Las presas están en bajísimo nivel. Por algunos ríos solo corren hilos de agua. Y para tener una muestra de la crisis, en algunos parajes cercanos a la Presa de Valdesia, que es la que suple el agua a la capital, los habitantes tienen que ir hasta Cambita, Garabitos, a buscar el líquido.

Es importante que la ciudadanía haga conciencia de que esta sequía no ha sido igual a las acostumbradas. Que es más grave de lo que muchos imaginan.

Y que es preciso entender que entramos en una hora de sacrificios, porque el reloj ha comenzado a marcar una cuenta regresiva que, esperamos, no devenga en el colapso que todos tememos.

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