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Tocando fondo con la sequía

Prácticamente no había que esperar que la alarma sonara, porque ya la agricultura en muchas regiones estaba sufriendo los rigores de la sequía y numerosos vecindarios, de la capital y otras provincias, gritaban sus penurias por el déficit de agua potable.

Es decir, que la mala noticia no tardaría tiempo en conocerse: las presas del país presentan bajas cotas en sus embalses y esto ha dado lugar a que el Observatorio del Agua haya decidido un plan inmediato de racionamiento del líquido porque no hay expectativas por el momento de que vendrán las lluvias bienhechoras.

Esto significa que el agua disponible se suministrará, prioritariamente, para el consumo humano, es decir, para que los ciudadanos aseguren el aseo personal y la higiene hogareña, y que solo se destinarán tres días para riego de los campos agrícolas.

Solo en aquellos lugares donde existen pozos funcionando es posible asegurar un mínimo para el riego y para el ganado, porque inclusive muchos estanques o reservorios que se habían nutrido de las lluvias, de los ríos o de otras fuentes ya están exhaustos.

Eso anticipa grandes pérdidas para los agricultores, inminente desabastecimiento de productos agropecuarios y, sin dudas, encarecimiento de los que deja una oferta deprimida.

Es preciso que este aviso de emergencia sea entendido por toda la población. Que no lo tome a chiste o como una medida simplemente preventiva.

Es que la realidad es una: no hay ni habrá lluvias por muchos días, tal vez semanas, salvo que la naturaleza decida mostrarse benevolente.

Las presas no almacenan toda el agua que podría suministrarse sin restricciones en tiempos normales. La poca que le va quedando tiene que usarse racionalmente. Y en esto consiste la emergencia.

Pero para que la prevención sea efectiva, los primeros que deben poner de su parte son los ciudadanos, ahorrando lo más que puedan el agua disponible. Y rezar a Dios para que nos saque pronto de esta crisis.

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