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Abinader: Ni fotos ni notas

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Orlando Gilorlandogil@claro.net.do / @orlandogildice

SALA CALLADA.- La reelección ni muerta ni de parranda, pero sí recogida como culebra que en su cueva nadie pisa. El escenario político se quedó de pronto como sala de fiesta cuando se van los músicos y los borrachos se cansan de bailar solos. La oposición pensó que podía descalificarla a partir de los escarceos entre legisladores o asambleístas, pero todo quedó en el intento. Luis Abinader salió de viaje, y parece que no fue político, pues ni fotos ni notas. Si fue de descanso ¡Bien! Se lo merecía. Solo que en su ausencia nadie ni nada se movió, y si correr rápido es malo, peor perder los ímpetus iniciales. Por ejemplo, la integración. Dicen que hasta el momento no es muy fluida, y los chismes empiezan a asomar. Roberto Fulcar, se dice, estaría trabajando más en función de proyectos futuros, suyos por demás, que en la campaña del candidato Abinader. Se comenta que para el jefe de jefes no importa tanto si el compañero es bueno políticamente, sino cuál es su lealtad primera. Fulcar, lo que la integración ataja, él lo enlaza con fines ulteriores…

REPARTO, ARREBATO.- Hay perredemeístas o seguidores de Hipólito Mejía que estarían observando con mala cara a Luis Abinader y a los suyos, pues piensan --con justa razón-- que si discriminan ahora, cuando solo hay trabajo ¿qué será si llegan al poder? Nada nuevo, nada raro. Lo difícil de siempre, de conciliar a gente diversa, aunque provenga del mismo vientre y se le supongan los mismos intereses. Por ejemplo, la selección de los puestos menores: senadores, diputados, alcaldes. No se tiene una noción clara al respecto, y nadie quiere que se hable de convención. Se habla de encuestas, pero cuáles firmas, y ya se sabe que los perredemeístas no confían en las propias, y tampoco en las ajenas. El logo es un dedo, pero ni en el cuento se le considera equitativo. Es el dedo gordo, peor que el meñique, y si se juntan codicia y discriminación, la sospecha conspira y puede afectarlo todo. El PRM es un partido sin bases, y las cúpulas no se mueven con espíritu de reparto, sino de arrebato…

DÍCESE OPOSICIÓN.- El Partido Revolucionario Moderno se fundó, no tanto para ser moderno, pero sí revolucionario. Para hacer oposición al gobierno ante la displicencia del PRD, la matriz en que se gestó. Sin embargo, esa oposición no se ve ni se siente. Y ni siquiera hace ruido adentro, como cuando peleaban entre sí y todos eran perredeístas. Dicen que Andrés Bautista sigue enfermo, pero Jesús –Chu– Vásquez solo bota fuego cuando habla desde una tarima. ¿Cómo entonces descontar pasos y superar al PLD y sus aliados en el escenario político nacional? Danilo Medina es un candidato hecho y derecho, y tan suficiente, según las últimas mediciones, que puede cargar el fardo de la reelección sin las caídas propias del Viacrucis. Simplemente un juego de niños. El caballito valiente que lleva la carga y no la siente. Luis Abinader, por el contrario, es un candidato por hacer, y aunque el material puede ser bueno, con tantas lenguas hasta los dioses del Olimpo se confunden. Además, nadie ha visto a Linda, pero Judas, el Iscariote, sobresale y asoma…

NO ES POSIBLE.- En el PRM hay tanta displicencia, incompetencia y falta de choque, que es ahora cuando anuncia, y eso porque le preguntaron, que sus cuadros directivos se reunirán para tomar posición sobre el Plan Nacional de Regularización. Aun cuando el presidente Danilo Medina visitó en su residencia al hoy candidato Luis Abinader, e hizo otro tanto con el exmandatario Hipólito Mejía. De algún modo ambos perremeístas formaron parte del consenso que se forjó alrededor de la ley 169-14, y que dio lugar a la situación que ahora enfrenta el gobierno, con apelaciones y desconsideraciones en el exterior. No es posible que un partido como el PRM, que en las encuestas figura como el mayor de oposición, o un candidato con las potencialidades de Luis Abinader, no digan esta boca es mía ante lo que nunca se había hecho en el ámbito migratorio. Pueden decir que sí, pueden decir que no, pero nunca quedarse callados. A menos que les sea posible vivir al margen de lo que emociona o conmociona a la población…

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