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Madrigal, un proyecto a retomar

Desde hace 60 años los especialistas en el tema del agua han venido hablando de la importancia de construir, en Madrigal, un sistema que verdaderamente acumule y administre las aguas del río Haina, como una segura fuente de abastecimiento para la capital.

Décadas después, en los 80s, el proyecto parecía montado en sus carriles al aprobar el Banco Interamericano de Desarrollo un préstamo de 150 millones de dólares para esa obra, pero quedó malogrado por enfrentamientos y contradicciones entre el entonces presidente Salvador Jorge Blanco y el exvicepresidente y senador Jacobo Majluta, ambos del mismo partido, el PRD.

Posteriormente se replanteó el proyecto, renombrándolo “Ampliación de la captación del agua del río Haina”, talvez para no mencionar Madrigal, y el Congreso aprobó en el 2013 un presupuesto de 300 millones de pesos a la Corporación del Acueducto y Alcantarillado de Santo Domingo para esos fines.

Pero el asunto sigue en el limbo.

Todos los cálculos indican que la obra, si se emprendiera ahora, costaría cerca de 300 millones de dólares y que tendría capacidad para suplir entre 7 y 8 millones de metros de agua por segundo, suficientes para abastecer la demanda de los habitantes de la capital, sin incurrir en costos de energía eléctrica.

Tras las continuas penurias que sufren los capitaleños por la insuficiencia de agua,que se agravan en los tiempos de extendida sequía,como acontece en la actualidad, el alivio lo ha constituido el envío del agua de la presa de Valdesia, quitándole ese recurso a la gente y a la agricultura de Baní, con todas sus terribles consecuencias.

Es imperativo pensar en la solución Madrigal, independientemente y sin menoscabo de otras alternativas de presas que el país necesitase para su seguro abastecimiento en los próximos años, y que el Gobierno no puede eludir porque esa es su responsabilidad.

Gladys Gutiérrez, mujer de muchas batallas

En un tiempo en que la lucha revolucionaria era protagonizada fundamentalmente por hombres de la izquierda que reivindicaban las esencias de la revolución constitucionalista de 1965, pocas mujeres aparecían en las primeras filas de esas jornadas.

Gladys Gutiérrez era una de ellas y su nombre simbolizó la leyenda de la mujer a la que la represión política le arrebató su marido y lo desapareció para siempre, y cuya bandera de lucha tuvo que enarbolar en un gesto póstumo de lealtad y fidelidad a las ideas y a la causa de Henry Segarra.

Desde entonces, Gladys Gutiérrez inició un calvario recorriendo cárcel por cárcel en busca de su marido, bajo la engañosa percepción que se había creado de que pudiera estar vivo y prisionero con otra identidad.

La sociedad acompañó a esta mujer en su infructuosa búsqueda, pero también siguió sus pasos posteriores cuando ella y otras viudas de aquellos tiempos continuaron la lucha de sus cónyugues asesinados, repatriados o encarcelados.

Por esa trayectoria de luchas, Gladys Gutiérrez se ha ganado un merecido espacio en la galería de mujeres valientes y responsables de nuestro país, y por eso duele tanto su muerte, tras una prolongada crisis de salud que, sin embargo, nunca mermó ni doblegó la fortaleza de sus valores morales y su dignidad de mujer.

Paz a sus restos, que tanto lo merecen.

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