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“La bolsa o la vida”

El drama cotidiano de miles de ciudadanos, inscritos en la seguridad social, es el de la limitada cobertura que el sistema les ofrece para la atención de sus padecimientos de salud. La queja común es que cuando van a clínicas y hospitales de autogestión les cobran unas tarifas que sobrepasan sus capacidades de pago, aun tratándose de enfermedades que el mismo sistema debería asumirlas sin costos adicionales. Si se trata de las llamadas enfermedades catastróficas, la historia del paciente y de su familia da de inmediato un vuelco inesperado que puede significar el principio del fin de sus modestos patrimonios y la ruina inevitable. Si se trata de casos en que se requieren prótesis u órganos sustitutivos o el uso de medicinas de costos privativos o de largos tratamientos, los niveles de cobertura de la seguridad social se quedan demasiado cortos, y por eso es que a diario los medios de comunicación tienen que hacer campañas para reunir los fondos que se necesitan. La ausencia de centros de atención primaria en el sistema público obliga a muchos ciudadanos a acudir a centros privados en los que antes de proceder a chequear un paciente ya le están pidiendo por adelantado altas sumas de dinero que no se tienen de pronto. Tal vez sería deseable discutir la idea de permitir que un porcentaje de las sofisticadas partes que se fabrican en empresas de zonas francas para exportación estén disponibles en el mercado local, como una vía para abaratar sus precios. Pero lo esencial es proceder a una revisión de las coberturas de la seguridad social para que en verdad la asistencia en salud a los ciudadanos se convierta en una real protección y no una ficción, o una especie de atraco donde solo importa “la bolsa o la vida”.

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