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El juego político está trancado en Haití

Pese a las buenas intenciones que parecen animar a las partes negociadoras, el destino de los acuerdos bilaterales entre Haití y nuestro país dependerá mucho de cuánto dure o qué desenlace pueda tener la crisis política imperante hoy en la nación vecina. Al suspenderse la celebración de las elecciones parciales para renovar dos tercios del Senado y a 112 diputados, que estaban previstas para el pasado domingo 26, no parecen existir las condiciones que permitan montar dichos comicios este mismo año. El mandato de estos senadores y diputados vence el 12 de enero del 2015. Si a esa fecha no se han celebrado elecciones, entonces el Congreso haitiano caería en estado de coma y el presidente Martelly se vería con las manos libres para gobernar por decreto, en ausencia de un poder legislativo funcional y legítimo. Esa posibilidad no puede desaparecer del foco de atención de República Dominicana, pues si ocurriese la eventualidad de que Martelly gobernase por decreto, con todas las consecuencias que ello pueda acarrear a un país de escasa institucionalidad, la crisis política se ahondaría más de lo que está. En tales condiciones, el clima de estabilidad y de continuidad que se necesitaria para que los acuerdos bilaterales puedan marchar sin tropiezos quedaría altamente sesgado por esas desavenencias, que por el momento están en su temperatura más alta y que nadie vaticina que puedan morigerarse en el corto plazo. Un presidente Martelly gobernando por decreto, en ausencia de un Parlamento funcional, es lo que parece inevitable a la vuelta de la esquina, y en la medida en que la poca institucionalidad existente en Haití siga quebrándose con una realidad de esta naturaleza, en esa medida los factores que potencializan la huida o el éxodo de sus habitantes se harán más evidentes y presentes. Y con un cuadro así es fácil adivinar que su anémica economía, herida de muerte por el terremoto del 2010, entraría en un escenario de marchas forzadas, aumentando la incertidumbre de la población por su futuro y alentando una migración de miles de haitianos hacia este lado de la isla, mayor de la que ha habido desde que sufrió su penosa tragedia. Lo que pinta el futuro, para Haití y República Dominicana, está más claro que el agua. Ojalá que sepamos entender y lidiar inteligentemente con estas expectativas.

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