Las mega-pensiones, un anatema

La pensión es casi hoy un anatema, o al menos en esa categoría parecen haber entrado muchas de las que el pueblo ha repudiado en estos días por los estratosféricos montos que implican y por las formas en que fueron adjudicadas. En vista del revuelo nacional que han causado los descubrimientos de estas extraordinarias pensiones a exfuncionarios que todavía tienen energía y talento para seguir trabajando, ya se ha suscitado un extraño movimiento: muchos de los beneficiados están renunciando a cobrarlas (temporalmente, desde luego), mientras perciban salarios en otros puestos del Estado. Las mega-pensiones están bajo sospecha. El Gobierno las está investigando. La Superintendencia de Pensiones está solicitando a los funcionarios favorecidos, pero que aún siguen trabajando en instituciones públicas, que se abstengan de cobrarlas. No se puede anticipar cuáles serán los resultados finales de esa investigación, pero lo que sí subyace en la percepción pública es que con este paso se procurará establecer un mejor rigor en la adjudicación de las pensiones, respetando los criterios de edad, tiempo en el servicio y otras circunstancias excepcionales que se aplican, para que las mismas no resulten ni caprichosas ni extemporáneas ni injustificables. Ahora bien, no se puede incurrir en ligerezas al manejar este tema para no imponer a la figura de la pensión la marca de un anatema terrible. Porque, en verdad, la pensión viene a ser un pilar de la seguridad social en cualquier latitud del mundo. Es una compensación a los años de servicios, en entidades públicas o privadas, de personas que han dedicado buena parte de sus vidas en esos trabajos. O puede ser, más bien, una alternativa de apoyo en casos de invalidez, incapacidad o cualquier otra causa de fuerza mayor que les afecte. No es una concesión graciosa, ni jamás debería asumírsela como tal. Es una legítima ganancia, siempre que se otorgue, como hemos dicho, bajo los patrones más exigentes en la materia. No es, en definitiva, ni puede serlo, un anatema para el que la recibe en estas condiciones, o para el que está esperando, por mucho o poco tiempo, como una especie de premio a sus dilatados años en una actividad útil y productiva para su sociedad.

Tags relacionados