El país está primero que nuestros propios intereses

Este gobierno nació bajo el signo de la austeridad, de las entrañas de un enorme déficit fiscal que no le dejaba mucho campo de maniobras para poner en rumbo sus promesas de cambio. Llevó su propuesta de reforma fiscal al seno del Consejo Económico y Social para consensuarla, pero las discrepancias con los sectores empresarial y laboral, que propusieron cambios significativos al esquema original de la reforma, han provocado que las negociaciones se interrumpieran, en ese contexto al menos. Entendemos que el Gobierno tiene la mejor intención de minimizar o taponar el déficit y que, inclusive, tiene la voluntad de restringir los gastos superfluos para reorientarlos de la mejor manera, en una situación de precariedad de ingresos, por lo que resulta inevitable que propicie la reforma y que esta incluya mayores cargas para los que más pueden, sin perjudicar el de por sí menguado poder adquisitivo y bajo nivel de vida de los de menores ingresos de la población. La sociedad no puede regatearle al Gobierno el cumplimiento de esta responsabilidad. El Gobierno no puede quedar paralítico, incapaz o en estado vegetativo si la única alternativa que tuviera fuera la de manejarse con “lo comido por lo servido”. El déficit hay que superarlo. La presión tributaria hay que revisarla, si de veras queremos que iniciativas tan importantes como la asignación del 4 por ciento del Producto Bruto Interno para la educación y los planes de estímulos de la economía, con nuevas inversiones en los pueblos y creación de mas empleos, sean una realidad en el 2013. El país está por encima de todos los intereses particulares y debemos estar claros de que no podemos darle un cheque en blanco al Gobierno para que incurra en desmesuras, pero tampoco podemos quitarle la oportunidad de manejar los recursos que sean indispensables para mantener la dinámica del crecimiento de la economía y dar respuestas a las múltiples necesidades insatisfechas de la población humilde dominicana.

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