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CON EL SUDOR DE SU FRENTE

“Quijote” el limpiabotas más viejo

El mejor y más viejo limpiabotas de Higu¨ey se siente cansado y amenaza con ‘colgar los guantes’. “Ya no tengo fuerzas.

R econocido en el oficio de ser limpiabotas, por sus compañeros, debido a sus cualidades de generoso y noble, José Cordones tiene en común con Miguel Cervantes Saavedra el ser soñador, alegre que heredó de su padre lo de hidalgo. Su sobrenombre de Quijote, le fue puesto por cargar agua y no de dejarse la barba.

De 67 años de edad, este laborioso y humilde hombre, supera los 47, dedicados a limpiar zapatos, lo que primero realizaba en las calles y luego en los alrededores de la iglesia San Dionisio, continua al parque central de Higüey, donde ha sido testigos de innúmeras devociones a la Virgen de la Altagracia.

Refiere que comenzó a los 5 años, cuando no podía sentarse siquiera en la lata que se coloca frente a la caja de limpiar. Sin embargo el cronómetro se inicia, cuando su hermano Freddy Willian, le compró una caja de limpiar y se ‘lanzó al ruedo’, a lo que se consagró, luego de vender plátanos, víveres y frutas por las calles. Lo cierto es que su trabajo lo ha convertido en un ícono, verdaderamente irremplazable, un espejo vivo de la historia de Higüey y especialmente los alrededores del parque, donde ganó notoriedad como el más viejo de todos.

Nacido en Chavón, uno de 8 hermanos de la unión entre Teodoro Cordones a quien apodaban Oro y Negra Victoriana, del karma familiar le tocó aprender de la vida, viniendo de una familia humilde, con serias limitaciones de recursos. Recuerda que su entorno siempre fueron los alrededores de la parroquia San Dionisio, en cuyo templo estuvo la imagen de la Virgen de la Altagracia, antes que en la basílica y por donde desfilaban miles de feligreses.

Recuerda aquellos sábados primero de cada mes; “Se lanzaba harina y se peleaba, cuando alguien se molestaba.

Era parte de la tradición”, refiere José, quien recuerda a ver visto al presidente Joaquín Balaguer, Antonio Guzmán, Jorge Blanco, Luis Julián Pérez y los más connotados de la familia Valdez, en esa área. Para esos tiempos, limpiar unos zapatos costaba 5 centavos y un Griffin o teñirlo para darle aspecto de nuevo rondaba los 25 centavos.

Recuerda algunos pagos de RD$300 y hasta RD$400 de algunos generosos y su característica de cantarles a los clientes, mientras le limpiaba.

De Amable Aristy llegaban los zapatos en sacos al área y se turnaban para recibirlos, la semana o el mes que le tocara. José quien reside en una humilde vivienda de la calle Duvergé 135 del barrio Enriquillo, se siente enfermo. Para llegar a su lugar de trabajo, cargaba un saco a las 4:00 de la mañana, para estar a las 4:30 en el área del parque. Allí aprovechaba los choferes y personal que viajaba en los primeros turnos a los hoteles de Bávaro.

Incluso, se cuenta, que en una ocasión un familiar, debió fingirle un atraco, para evitar que se levantara tan temprano en la madrugada, para salir a la calle con un saco al hombro y aprovechar los trabajadores que viajan al primer turno en los hoteles de Bávaro.

La jornada y los años, le generaron mucha clientela, pero su mente y cuerpo lucen cansados del trajinar, aunque aún registra los cantos tipo salve, con los que alegraba a sus clientes e hizo un nombre-‘marca’ como limpiabotas.

Hace poco tiempo el espacio número nueve, que guarda la silla y la caja de José Cordones, se cerró y solo se abre ocasionalmente, para un semanal que se le entrega, sin embargo, en casa mantiene una caja de limpiar, muy personal.

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