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El territorio compartido: Cinco claves para el desarrollo del Gran Santo Domingo

La mayoría de los estudiantes votarán por primera vez y no parece que lo harán con calidad si es que asisten

Cuidad. Dentro de un mes se elegirán las autoridades que administrarán este confuso conglomerado urbano que llamamos Gran Santo Domingo, por un nuevo período de cuatro años.

Cuidad. Dentro de un mes se elegirán las autoridades que administrarán este confuso conglomerado urbano que llamamos Gran Santo Domingo, por un nuevo período de cuatro años.

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Marcos Barinas UribeSanto Domingo

Todos los semestres inicio mi asignatura de Diseño Urbano con una encuesta informal a mis estudiantes. Les hago preguntas elementales del territorio donde viven, y las autoridades que lo administran.

El resultado: No todos identifican a qué municipio pertenecen ni manejan información básica de población y superficie; no pueden diferenciar entre Ciudad Capital, Santo Domingo de Guzmán o Gran Santo Domingo; la mayoría desconoce al senador de su provincia y pocos identifican quién es su alcalde; tampoco pueden definir cuáles son las funciones de un regidor o un diputado. La mayoría de estos estudiantes votarán por primera vez y no parece que lo harán con calidad si es que asisten a hacerlo. Esta realidad es un indicador de la inversión de tiempo y dinero que será necesaria para fomentar una educación sobre nuestro territorio urbano que pueda tener un impacto sobre sus políticas sociales, económicas y ambientales.

Dentro de 15 días se elegirán las autoridades que administrarán este confuso conglomerado urbano que llamamos Gran Santo Domingo por un nuevo período de cuatro años. Serán las terceras elecciones municipales desde que la Ley 63-01 dividiera el antiguo Distrito Nacional agregando la Provincia Santo Domingo y distribuyendo su administración entre cinco municipios.

No es hasta el 2004 que se modifican las regiones nacionales de desarrollo y se crea la Región Ozama o Metropolitana, la cual en estos momentos integra ocho municipios y ocho distritos municipales en una superficie de 1,393 km≤ y una población de 3,339,410 habitantes. Sin embargo, la huella urbana de la ciudad ha crecido de tal manera que la conurbación ya vincula muncipios de otras provincias como es el caso de Bajos de Haina, Nigua y San Cristóbal.

Esta metrópolis que llamamos el Gran Santo Domingo agrupa ya 2 provincias, un Distrito Nacional, 11 municipios y una población de aproximadamente cuatro millones de habitantes. En esta courbación se elegirán tres senadores, 11 alcaldes, 58 diputados y aproximadamente 168 regidores, para una ciudad que es la más grande y poblada de Centroamérica y el Caribe y entre las veinte más pobladas de America Latina.

Las estadísticas son muy claras en prever una ciudad que deberá asumir una gran porción de la población de un territorio nacional que alcanzará muy pronto el 80% de habitantes urbanos. A esto hay que agregarle que comparte la isla con Haití, una nación que pasará de tener un 50% de población rural a un 70% de población urbana en tan solo 25 años. De manera que en el 2040 vivirán más de 21 millones de habitantes en conglomerados urbanos en la isla, de los cuales un alto porcentaje habitará en el Gran Santo Domingo.

Nuestra ciudad se acerca a esta coyuntura en tal estado de crisis que obliga a una reflexión urgente, ya que sus problemas fundamentales no pueden ser resueltos desde el ámbito aislado de las alcaldías. Quienes asuman la responsabilidad política de administrar este territorio deberán utilizar los instrumentos necesarios para gobernar de manera mancomunada esta metrópolis que representa el 25% de la población nacional, maneja más del 50% de la inversión pública y obtiene el 70% de las recaudaciones del país. Los partidos políticos han sido negligentes en entender la relevancia de esta metropolis para el futuro de la sociedad dominicana. La ciudad y sus gobiernos locales son recurso de negociaciones electorales de parcelas políticas, desarticulando así cualquier propuesta integral que nazca del conocimiento del territorio, el análisis profesional y la participación de sus munícipes.

En próximas entregas desarrollaremos cinco puntos estratégicos para desarrollar el Gran Santo Domingo que requieren de una planificación mancomunada y analizaremos propuestas para el futuro de este territorio compartido.

Estos cinco puntos son: 1- Regionalización y Prosperidad Económica: Las regiones metropolitanas compiten entre sí, no necesariamente los municipios o las naciones. Las ciudades capitales latinoamericanas se enfrentan a evoluciones administrativas vinculadas al crecimiento poblacional y fisico que en muchos casos es un fenómeno nuevo y poco analizado.

2- Sostenibilidad y Resiliencia: Las edificaciones son el renglón de mayor producción de gases invernaderos y consumo de energía por fuente, más de un 40 por ciento en países industrializados, seguidas por la transportación y las industrias que aportan un 35 y un 12 por ciento respectivamente. Las ciudades de los países en desarrollo tienen una responsabilidad en esta realidad global debido a que sumados en conjunto igualaran a los países industrializados en la generación de gases invernaderos.

3- Educación y Tecnología: Las personas son la base para establecer ventajas comparativas en el futuro. Mientras la transportación, la infraestructura y el medio ambiente tienen un carácter regional en objetivos, es la fuerza laboral y la formación del capital social la garantía para planificar municipios productivos que aporten a la competitividad nacional.

4- Salud y Saneamiento: Las políticas urbanas deben estar orientadas primordialmente a la calidad de vida de sus ciudadanos. Si evaluamos cuál sería la prioridad de una agenda comunitaria, la salud familiar estaría a la cabeza de las necesidades de cualquiera de sus miembros, inclusive por encima de las económicas y ambientales.

5- Transporte y Seguridad: La seguridad ciudadana ha pasado a ser una de las mayores preocupaciones de las sociedades en Latinoamérica y principal tema de campañas políticas. Una de las causas reside en la falta de efectividad de nuestras políticas públicas de seguridad, pero sobre todo en la apatía municipal a la calidad del espacio público y a la provisión de transporte público de calidad, motivando el abandono de nuestros espacios urbanos por la ciudadanía.

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