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UMBRAL

Tres 11 de septiembre entrelazados

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Mientras se incubaban los acontecimientos que llevaron al apocalipsis soviético, los chinos emprendían, de la mano de Deng Xiaoping, reformas que se convirtieron en exitosísimas porque aprovecharon los errores del diseño neoliberal, ya que con la deslocalización y la apertura de la economía que les permitió construir lo que ellos llaman “económica socialista de mercado”, la que van administrando con cautela a pesar del inevitable desenlace trágico de la plaza Tiananmen, se convirtieron en la principal potencia económica del mundo en este 2014. La emergencia de los países en vía de desarrollo rompió la breve unipolaridad, pues las leyes del marcado orientadas hacia la maximización de las ganancias se anclaron en la mano de obra parata, entonces, tras el escenario comercial recompuesto, se amplificaron los errores de diseño de la nueva plataforma, que trajeron como consecuencia daños estructurales que comenzaron a reflejarse en una indetenible pérdida de poder económico e influencia política, que quiso compensarse con el poderío militar acumulado durante los años de esplendor, de dominio compartido o reinado absoluto. El síndrome de las potencias decadentes, luego de reconfigurado el cuadro geopolítico actual, comenzó a aparecer: las aventuras militares que procuran una reafirmación hegemónica. Lo malo de ello es que el frenesí bélico requiere alimentarse de dinero, y es precisamente la falta de éste que conduce a la orgía de fuego que busca la recuperación del terreno económico perdido, un círculo vicioso que marea hasta el desmayo, dejando a los líderes de estos poderosos países bailando en el delirio de una inercia que deja la embriaguez de una prepotencia que se concibe para toda la “eternitud”. Es este el caso de EEUU. La labor de reingeniería económica de Reagan y Thatcher colocó a la política en segundo plano y a la gente en un tercero, mientras metía su brazo infernal en Medio Oriente en busca de petróleo y una occidentalización llamada a desaparecer culturas milenarias, para luego someter con métodos más sutiles a pueblos embutidos en sus arenas y mezquitas; en sus turbantes y los efluvios etéreos e interpretativos de los versos del Corán, lo que trajo como consecuencia un creciente odio hacia “el imperio del mal” que desembocó en una guerra declarada a Occidente, la que llevó a urdir los planes terroristas que tuvieron de blanco a las Torres Gemelas, al Pentágono y el intento fallido de ataque a la Casa Blanca, símbolos del poder económico, militar y político occidentales. Esto ocurrió el 11 de septiembre de 2001 y, como hemos visto, la chispa que comenzó a desencadenar los acontecimientos económicos y políticos que desembocaron en estos hechos, prendió en Santiago de Chile el 11/S de 1973 con el derrocamiento de Allende, la instalación de la dictadura de Pinochet, la implementación de las ideas de Friedman asumidas por los Chicagos Boys y el fomento de ellas a nivel planetario, lo que trajo como consecuencia el reordenamiento económico global con más mercado, menos Estado, la profundización de las desigualdades y el desenfreno bélico. El 11/S de Juan Santamaría, el de 2010, se enlaza con aquellos porque cada año nos convocamos para conmemorar su partida, y en estos encuentros se hace inevitable recordar aquellos acontecimientos que marcaron de manera trágica al mundo y que sirvieron como puntos de inflexión para señalar el inicio de otras épocas.

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