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POLÍTICA Y CULTURA

Y no suelto todas mis espadas…

Porque no todo es carrera sistemática del rostro solemne y la matemática cuántica, porque no todo es tan perfecto y bosquejo como el cálculo infinitesimal, porque hay agujeros negros en la más alta y sofisticada esfera de la mente cibernética, porque debajo, allí a oscuras, nos espera un traga luz que todo lo disuelve sin apelación metafísica en el grosor insigne de un salto infinitesimal, porque la oración o el temblor de pétalos de un amor leve, vuelve a crear el universo en un instante con todos sus artilugios de palabra y corazón henchido.

Porque hay días que nos deprimen como el ocaso, como la sensación de vivir suplantando territorios de palmas y silencios selváticos, y decidimos seguir cantando hasta perder la noción del tiempo y la memoria pertinaz, esos aditamentos que van nublando la ilusión de un sentido, la permanencia de un albur que necesita dioses para otorgar permiso a nuestro arribo, a ese teclear infinito de la palabra inútil, del gesto voraz de las células en candilejas celestes, dentro de la clarividencia fisurada.

Entonces uno deletrea el recuerdo, la magna empresa de lo prometido, de lo gestado al calor de una matriz de ternura y amor finiquitado, la sucesión de todo final reiterativo de soledad absoluta y sideral.

Y uno escribe a la luz de la luna, el recuerdo más útil de sinfonía y concordancia, cuando vivir era un oficio del sueño más hermoso y lo busca hasta encontrar ese duende clandestino, esa alegría inmadura que vivimos.

Así en algún recodo del camino escribí este texto preguntando por el viejo duende de mis amores y mi destino:

“Yo miro y busco el duende que se escondía/En la infancia de la vida mía/Oigo sus suspiros y el soñar/Fluido incierto de voz que he callado/Escarpín que enardece el galopado esqueleto/Cuando el alma ya no está en el cuerpo/Iban flores y puntillas/Era de cristal la mentira/Se ceñía la mejilla de melancolía/El duende que yo miro y busco se plañía/Ola de música amanecida para la tierna caricia prometida/Tiene gallarda bandera/El amor de la pasión primera es mi loca fantasía/Mirar y buscar el duende que se desvivía/¿Habrá enloquecido?/¿Se sentirá de infinito amor henchido?/¿Se dormirá en el cielo sorprendido aquel amor distante/que aguardaba en el instante sus alas ondulantes/sus cayados mares de infanta bella que se desvanecía en la mirada/ Aquella doncella perfumada que dulce se reía y se escondía/Esa vaga perla de bóveda sombría/ estrépito y melodía/ hoguera de mis ojos y de mi frente/doncella, rosa que centelleaba ardiente/Yo miro y busco ese duende bajo el dosel de pétalos de un sueño/ Y suelto todas mis espadas por la intensa llamarada/ de su belleza inútil y blanda/ Oigo sus suspiros y sus fantásticas llamas /Debe ser fulgor en otras almas esta nostalgia que me inflama/ Duende que me ensalma para el hondo fulgor donde declina el día/ esa retina inflamada del hechizo y la memoria”.

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